- Área: 15000 m²
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El nuevo edificio que albergará la sede del Basque Culinary Center, se sitúa en una parcela tangencial al parque tecnológico de Miramón. Esta condición de proximidad junto con la acusada pendiente del solar aportan el necesario punto de partida de esta propuesta arquitectónica.
Por un lado el edificio debe servir como icono de la facultad a la que sirve, proyectando al exterior una imagen fundamentada en el liderazgo tecnológico y en la innovación; y por otro debe respetar e interactuar con la escala de baja densidad residencial del barrio al que se incorpora. Es por esta condición dual, por la que el edificio se aprovecha del desnivel de la ladera para organizar su programa funcional de arriba hacia abajo, colocando las partes públicas del programa en la planta de acceso, y favoreciendo la especialización del programa según vamos bajando, es decir adentrándonos en el edificio.
El edificio adopta una forma de U, mediante la cual se permite el transito por la ladera, además de configurarse un espacio interior a través del cual se desarrollan todas las circulaciones, configurándose de este modo un espacio lleno de actividad, en el que se ponen de manifiesto las relaciones y el intercambio como dos elementos determinantes bajo la óptica de la innovación.
Desde un punto de vista funcional solo cabe destacar, que este esquema ha permitido organizar el programa de forma sintetizada, en dos grupos, uno dedicado a la parte académica y otro a la práctica. La agrupación en vertical de todos los espacios del programa dedicados a la aplicación práctica de la gastronomía, como son los vestuarios, talleres, cocinas de preelaboración, acceso de materias primas y las cocinas de los espacios de restauración, de tal modo que la interconexión entre todos ellos, tanto para las personas como para las mercancías sea directa.
En la distancia el edificio muestra las diferentes bandejas que lo configuran, equiparando su escala a la de los edificios del parque tecnológico de Miramón, mientras en la aproximación cercana las cubiertas se convierten en huertos de cultivo de plantas comestibles y aromáticas, neutralizando casi por completo la presencia del edificio en su relación con las viviendas del entorno.
El edificio expresa su condición de topografía extraída del lugar remarcando el carácter de soporte de los forjados que se amontonan como platos desordenados siguiendo las curvas de nivel. Es la condición estructurante en cuanto soportes de la actividad del edificio la que los forjados atesoran, al igual que el plato mantiene el valor iconográfico de soporte del trabajo desarrollado en la cocina.
Desde una óptica conceptual, la volumetría ha sido generada en base al juego de escala entre una referencia icónica (platos amontonados) y el propio edificio.
El artista Robert Therrien (Chicago 1947) manipula objetos de uso cotidiano en la cocina como elementos de vajilla, cacerolas o menaje para elevarlos a la categoría de objetos de arte. Mediante amontonamientos, acumulaciones o multiplicaciones de escala, traslada esos mismos objetos presentes en la cotidianeidad a un registro artístico. La normalidad de los objetos contrasta con la presencia iconográfica que adquieren en su nueva dimensión.
Esta misma operativa ha sido llevada a la definición volumétrica exterior del edificio, en la que esos mismos platos de Therrien, servirán como soporte cotidiano a unos espacios dedicados al desarrollo tecnológico y a la innovación en la gastronomía. Se cierra así un camino de ida y vuelta, mediante el planteamiento de una metáfora en la que el “plato vuelve a ser el soporte de la gastronomía”.
Esta condición redunda en el paralelismo entre gastronomía y arquitectura, en el sentido de que tanto el cocinero como el arquitecto desarrollan su trabajo para los demás, dando soporte al disfrute ajeno, en una clara vocación de servir al comensal o al usuario del edificio.
La utilización de geometrías que recuerdan tanto el apilamiento de platos como la suavidad de las ondas que representan la topografía de la ladera original consigue dar un efecto unitario al conjunto que sirve de estrategia de fusión entre arquitectura y paisaje.